
Gustavo A. Vives Mejía narra el hallazgo de un lienzo único en una finca de Copacabana, Antioquia: un San Pablo Apóstol del siglo XVII. La obra, anónima y de la escuela santafereña, captura con maestría la severidad y el temple del “Apóstol de los Gentiles”. Con libro en mano y una espada inusualmente grande, la figura emerge en un claroscuro vibrante, rodeada de paisajes que evocan Jerusalén. Hoy en una colección privada, esta pintura resalta no solo por su técnica y simbolismo, sino por el carácter que late en cada trazo, preservando su fuerza a través del tiempo.